«Por qué me odias, si nunca te he ayudado? dice un dicho ancestral indio que me llevó mucho tiempo comprender. ¿Cómo puede uno odiar a quien le ayuda? me preguntaba a menudo, pensando en que había algo extraño detrás de esta frase incomprensible.
Pero el tiempo me ha enseñado que en realidad el agradecimiento sólo lo sienten los fuertes. Aquellos que ante la mano que se extiende logran elevarse a un plano de importancia y que en vez de sentirse en inferioridad de condiciones con respecto al otro, sienten que la ayuda recibida ha reforzado su propio valor.
Uno generalmente no desea que nadie le ayude porque al ayudarte, el otro asume una posición de poder ante ti, que hace que inevitablemente te sientas en inferioridad de condiciones. Nos han enseñado que quien tiene más es quien da al que tiene menos. ¿Pero quién desea sentirse menos que otro?
El rencor del ayudado surge de esa sensación de inferioridad que provoca el percibir que el otro tiene poder sobre ti.
Aquel que recibe la ayuda, en vez de sentirse importante se siente entonces humillado y esto sucede porque sólo aquel que se sabe a si mismo valioso es capaz de ser agradecido.
Su agradecimiento nunca alude a la superioridad del otro, sino al valor que el otro ha sabido reconocer en él.
Sólo aquel que se sabe igual a los demás, mas allá de las circunstancias puntuales de cada momento es capaz de dar sin humillar y de recibir sin sentirse humillado.
JR
«Hay muchas formas de dar y de recibir, pero no todas ayudan” JR