A los occidentales se nos ponen los pelos de punta cada vez que vemos un burka por las calles y mas aún si la sensación térmica supera los 35 grados a la sombra, pero sin embargo, las monjitas nos parecen de lo mas tiernas con su cabeza tapada.
Las religiones conforman una gran familia como la que tenemos en casa; abuelos, padres y nietos. Y con las religiones sucede exactamente lo mismo que con las familias; muchas cosas se heredan, otras se modifican y algunas permanecen en eterno conflicto.
El judaísmo es el abuelo, el catolicismo es el hijo y el islam es el nieto; pero las tres son familia y comparten estructuras similares. Todas tienen la misma raíz monoteísta, la Biblia es su historia y cada una fue desarrollando sus propias doctrinas según las personas que se cruzaron por su camino, con su realidad, su circunstancia y en su tiempo.
El burka es una adaptación del velo judío, aquel que usaban las mujeres tanto en la vida cotidiana como en los templos y que luego adoptó el catolicismo para aquellas mujeres que se dedicaban a la vida religiosa, y el mismo que mas tarde adoptó el Islam para todas las mujeres de su culto.
Pero lo interesante de este asunto no es el velo en si mismo, sino aquello que representa. Tapar la cabeza de una mujer significa mantenerla aislada de la sabiduría.
En el judaísmo las mujeres se ocupaban de las tareas del hogar, pero se les estaba vedada la educación y el acceso a los libros sagrados y no existían mujeres rabinos, ya que la religión era un mundo de hombres.
Hoy en día el catolicismo permite a las monjas realizar las tareas domésticas de la Iglesia, pero se les impide impartir sacramentos. Todos conocemos muy bien los castigos infligidos a lo largo de la historia a todas las mujeres que osaron inmiscuirse en los temas de los hombres.
¿Pero es la espiritualidad un tema de hombres?
La espiritualidad posee muchas mas cualidades femeninas que masculinas; la receptividad, la apertura, la entrega, la ternura y la valentía. Y las religiones establecidas poseen mas cualidades masculinas; la autoridad, la intolerancia, la fuerza y la política.
Occidente ha abierto las puertas de la educación, de la cultura, del arte y de la política a la mujer, pero hay una puerta que sigue estando vedada para ellas y es la puerta de la religión. (a excepción del judaísmo reformista)
La religión sigue siendo en pleno siglo 21 un asunto de hombres, porque el peligro radica en que en cuanto una mujer atraviese esa puerta caigan no sólo los velos, sino también las vendas de los ojos.
Es curioso cómo en este mundo cuando empiezas a escarbar un poco, no hay ninguno que se libre de tener responsabilidad sobre las limitaciones que padecemos.
JR.
» Hay tradiciones que deberían cuidarse y otras que deberían transformarse sin rencores ni remordimientos. Porque la transformación es la actividad del alma.» JR