Analizando los distintos modelos educativos he observado que la diferencia entre ellos no está focalizada en comprender los fallos de cada sistema, sino en disfrazar o suplantar aquellas herramientas que se desdeñan de otros sistemas inventando formas novedosas para sustituirlas; como por ejemplo evaluar sin puntuar para evitar marcar diferencias entre los distintos alumnos de un grupo.
El individuo educado en estos sistemas es instruído desde pequeño en una igualdad que más tarde al salir al mundo experimentará como ilusoria, y desgraciadamente comprobará que ha sido instruido en una falacia.
Los distintos sistemas educativos se esfuerzan por defender los valores diferenciadores de sus modalidades, mientras siguen compitiendo entre ellos en una lucha encarnizada y olvidándose de transformar el concepto erróneo común en la educación.
El error está en educar para competir en vez de educar para enriquecer y descubrir la propia individualidad.
La educación está focalizada en destruir al oponente a nivel intelectual o en habilidades, en vez de estar centrada en potenciar la riqueza individual de cada persona y la cooperación con su entorno.
Y aunque en una escuela la falta de puntuación disfrace una ficticia y temporal igualdad, la competencia sigue existiendo con el colegio vecino.
Mientras sostenemos que cada individuo es único le exigimos igualdad y esto produce un cortocircuito como el de creer que la igualdad es una cima alcanzable y compatible con la individualidad.
No es una igualdad, sino una cooperación entre desigualdades lo que se necesita.
En un mundo de unicidades la única igualdad posible y por la que deberíamos luchar como un ente único es la igualdad de oportunidades, porque después de eso, todo son y serán diferencias siempre, aunque nos resistamos y protestemos en las calles.
Porque en un universo de individualidades la igualdad nunca es posible.
Frente a una misma oportunidad las respuestas serán variadas y así debería ser si realmente hemos conseguido educar a individuos y no simplemente desarrollar una línea de productos automatizados que razone y responda de manera uniforme frente a los mismos estímulos.
Que las respuestas sean variadas es el síntoma de la libertad que rige al universo, y por ende, también al hombre. Y aunque la educación se considere a si misma el valor supremo por sobre todas las cosas, sólo es información ordenada, porque el valor supremo siempre será la libertad.
Esta libertad hace que no todos quieran ser ceos de grandes empresas, políticos, deportistas o mendigos, porque la desigualdad ante la igualdad de oportunidades es el fruto de una elección, de un esfuerzo o de una ausencia de esfuerzo. (cosa que también es loable)
Todas las opciones elegidas son válidas si son auténticas, aunque no sean compartidas o comprendidas por los miembros de un mundo desigual.
La educación desgraciadamente es percibida hoy por los alumnos como el arma que les servirá para abrirse paso en el mundo y ganarle a los demás. Con ella te defiendes y ganas posiciones, aplastas al enemigo y logras quitarle aquello que los dos desean, pero que sólo admite a uno. El puesto de trabajo es el territorio a conquistar y tus títulos y diplomas son tu municion.
Quizás el problema no sea la lucha por conseguir lo que uno desea, sino que todos deseen lo mismo.
Esto es algo impensable en un mundo de individualidades, ya que si todos quieren lo mismo es porque el objetivo de desarrollar individualidades ha fallado y la automatización a la que todos ubican en el futuro ya está sucediendo sin necesidad de la máquina.
No importa a qué sistema educativo estés adscripto o a cuál de todos defiendas porque desgraciadamente el fin sigue siendo el mismo, con nota o sin nota, la finalidad sigue siendo aplastar al otro por una misma zanahoria.
JR
«Después de la igualdad de oportunidades, cualquier resultado posterior será fruto de la libertad » JR