“Al ser humano hay que fomentarle la fortaleza, porque la vida nunca es generosa con los débiles” JR
Todos los días aparece el ofendido de turno haciendo ruido en las noticias. Cuando no son unos, son los otros; unos por gordos, otros por flacos, unos por feos y otras por bellas; pero no hay día en que alguien no se ofenda para conseguir alguna ventaja.
Esta es una época en donde la hipersensibilidad está de moda y se fomenta; se venera la debilidad como si fuera una virtud y como si el débil fuera el tipo de ser humano en el que ansiamos que degenere nuestra especie.
Mientras los ofendidos de turno se ofenden, la masa buenista va solidarizándose con unos y con otros, para que se les note que son buenos y ciegos.
A los buenistas todo les da lástima, les conmueve el bueno y el malo, lloran por el justo y por el criminal en partes iguales, para no tener que mojarse por ninguno y así ir quedando bien tanto con unos, como con otros. Y sobre todo para no recibir insultos de los fan o trolls de ninguna de las partes en las redes sociales.
Hoy si no te ofendes por todo eres un raro y si no has sufrido algún abuso o si lo has dejado pasar, eres un facha.
En esta época de marketing furioso todas las cosas tienen un nombre especial y son dignas de estudio científico, como por ejemplo el bullying; eso que sufrimos todos alguna vez en el colegio, en un campamento o en un club, pero sin haber caído fulminados por ello.
Al que no le llamaron gordo, le llamarom petiso, nariz de payaso, jirafa, tartamudo, alfeñique, sudaca, negro o blanco leche, cuatro ojos, friki, nenaza; pero todos alguna vez fuimos denominados con algún nombre que nos hacía peculiares y graciosos para el abusón.
La peculiaridad ofendía mucho más que cualquier otro insulto corriente porque hablaba específicamente de nosotros y era algo que no podíamos cambiar aunque quisiéramos.
Si bien es cierto que las redes sociales aportan un elemento de difusión mucho más amplio que el patio del colegio en el que quedaban nuestros apodos e insultos, nosotros también nos llevábamos el dolor a casa y llorábamos contra la almohada, pero sin la necesidad de tener que llamar a un abogado, saltar desde el balcón, desenfundar un arma o salir en los periódicos.
Se lo comentábamos a un amigo y sobrevivíamos, nos hacíamos fuertes y luchábamos día a día contra la inseguridad que provoca el entorno, mientras desarrollábamos la astucia y la manera de vengarnos con inteligencia del abusón.
Así fue como los débiles nos hicimos fuertes; sin convertirnos en alcahuetes ni en crimínales, en suicidas o en resentidos.
La apología del débil es la tendencia actual a darle razones al débil para seguir siendo débil; en vez de darle la oportunidad y las herramientas para que se haga fuerte. Porque en estos tiempos ser fuerte está mal visto.
La posibilidad de superación es el mejor de los regalos para el débil porque en ella encontrará la fuerza que otorga la inteligencia, la astucia y la manera de protegerse de un entorno hostil, como es y será el mundo, (aunque los buenistas insistan en que todos son un pedazo de pan).
Lo más valioso que tiene la superación es que te hace fuerte, te activa y sobre todo te hace libre, porque los débiles que se convierten en fuertes, nunca se vuelven esclavos del resentimiento.
JR
“El resentimiento es la cualidad del débil; de aquel que nunca logró hacerse fuerte” JR