Hablar de multiculturidad y de diferencias es hoy en día arriesgarse a la censura y a la malinterpretación y son pocos los que se atreven a tocar estos temas sin temor, en una época en donde las sensibilidades se han inflado tanto, en pos de la obtención de atención y de poder.
Hace poco tiempo un profesor americano al que admiro profundamente aceptó dar una conferencia sobre el nuevo desafío de interculturalidad, que nos exige este siglo 21. Y para hacerlo, eligió como portada una imagen del dibujante y escritor Quino, en donde se muestra la diversidad en una actitud amigable y en un espacio en donde todos parecen disfrutar de esa cercanía.
Esta imagen que para mí transmitía una maravillosa inocencia sin malas intenciones, fue sin embargo censurada en la conferencia porque se alegó que los estereotipos de la imagen eran ofensivos para los distintos colectivos.
Como Quino no vivió dentro de este momento histórico, en donde los movimientos del “black lives matters” el “me too” y el muro de Mexico ocupan hoy todas las portadas, es muy posible que no llegara a comprender hasta qué punto hoy en día todo molesta, todo hiere, todo discrimina y altera hasta la patología la sensibilidad del mundo occidental.
La ofensa descripta en el estereotipo de Quino es la de representar al negro negro, al oriental oriental, al musulman musulman, al indígena indígena y al blanco blanco, habiendo tantas otras combinaciones distintas y posibles en la mezcla genética. O sea que la ofensa ¿es en realidad la representación de la sintetización?
Por más que haya miles de variantes distintas, el dibujo de Quino (a quien muchos catalogan ahora de racista) intentaba enfatizar y sintetizar una convivencia amigable entre todas las diferencias y no enfatizar la diferencia en sí, aunque el problema actual sea sin duda la aceptación de la diferencia.
Porque no hay que olvidar que este es un siglo en donde el eslogan de la igualdad es nuestro estandarte.
¿Pero en una igualdad tan igualadora adónde se ubica la realidad? Porque aunque todos insistamos en erradicar la desigualdad (sobre todo la desigualdad de oportunidades) las diferencias en los resultados de las mismas oportunidades seguirán siempre existiendo y nos demostrarán que por más que intentemos igualarlo todo, la diferencia es la expresión innata de la libertad del individuo.
En un mundo sistemáticamente igual ¿en dónde queda entonces la diferencia?¿ Y en dónde queda ubicada la libertad de la existencia?
Existe actualmente una tendencia a utilizar cualquier cosa bien intencionada como material de protesta y de reivindicacion, aún sin existir ni ofensa, ni malas intenciones y este es un comportamiento muy habitual en estos tiempos en los Estados Unidos, en Europa y en America Latina y que dista mucho de ser altruista.
Esta tendencia a sentirse permanentemente ofendido o atacado está fomentada y alimentada por movimientos políticos cuya intención no es la lograr de una convivencia pacífica entre los distintos colectivos, sino todo lo contrario; se fomenta y se alienta el odio de los colectivos considerados oprimidos, hasta la violencia.
No se busca el mejoramiento de las oportunidades para los grupos más desfavorecidos, fomentando una actitud amigable y de colaboración y de integración, sino que se cultiva un ambiente de descontento, de odio y de rencor, necesarios para todo quiebre social, que viene seguido de una nueva forma política.
La mira de estos grupos políticos está permanente puesta en encontrar la ofensa en todo e inventarla si hace falta, para seguir construyendo el camino hacia el quiebre social que les ubique en el poder.
La pluriculturidad y la multiculturalidad son por definición la presencia de distintas etnias en un mismo espacio, pero no implican una relación entre ellas.
Sin embargo, la palabra que mejor explica el fenómeno actual es la interculturalidad que es por definición la relación de las distintas etnias dentro de un mismo espacio.
Seguramente en esta definición estos grupos censurarían también la palabra “etnia”, por considerarla ofensiva, por lo cual seguiríamos eternamente sin poder hablar de este proceso tan urgente con comodidad, porque todo lo que digas será siempre utilizado en tu contra y como elemento de quiebre del diálogo.
Cuando las cosas no tienen manera de nombrarse sin ofender a nadie, entonces dejan de hablarse y se abandona el diálogo, quedando disponible sólo un único discurso o un único pensamiento: el discurso del ofendido, sin posibilidad de réplica.
¿Quién se atreve a replicar nada, si todo lo que diga será tachado de racista, sexista etc?
Esta censura a la diferencia hace que sea imposible tratar los temas para encontrarse las soluciones.
La ofensa es una táctica muy hábil de poder. Uno se ofende, entonces la charla se interrumpe y el que se ofende hace callar al otro y gana.
Estos temas se han vuelto tabú o inombrables porque ya nadie se atreve a disentir del discurso único. Y se fomenta la culpabilizacion sistemática del colectivo blanco, como generador de todos los problemas de los demás colectivos.
Poco a poco y a fuerza del insulto sistemático y curiosamente no censurado a este colectivo (white trash o basura blanca) se localiza al problema de la desigualdad en un grupo determinado: la culpa de todo la tienen los blancos.
La problemática con aquello que se vuelve inombrable, como fue en su momento el sexo, es que el tema sigue percibiéndose como un problema; porque la cualidad de aquello que no puede nombrarse ( al ser censurado) es su persistencia y la continuidad de su percepción como la de un problema que en vez de tratarse con normalidad, sigue creciendo por debajo hasta que te estalla en la cara.
Pero lo que se nos escapa, es que justamente es en la continuidad del problema, en donde radica su fuerza o su poder.
Cuando un problema se soluciona o se supera, todos aquellos que vivían de ese problema ya no pueden vivir más de él y tienen que buscarse otra forma de sustento.
Porque ante la solución de cada problema, uno debe inventarse una nueva forma de existencia, que suele llevar mucho más esfuerzo que la antigua y sistemática protesta de toda la vida.
Hoy en dia la gente está callada y con miedo a decir algo que pueda ofender a alguien, e incluso yo, entro ya con cierto resquemor al “ Small World” de Disneyland Paris, por temor a que a la salida me llamen promotor del estereotipo racista creado por Walt Disney.
JR
“ Cuando cada uno cargue con sus culpas, no habrá culpables” A. Porchia