“Patada de Gol”

Todos sabemos que Harry no trabajará jamás en un Mc Donald’s y que seguramente jamás en su vida tenga que soportar ni a un jefe, ni a un cliente.

Y que vivirá siempre como un príncipe (como hasta ahora) de la herencia millonaria y de las propiedades que su madre ha puesto a su nombre.

Pero lo importante de todo este episodio, poco tiene que ver con Harry; ese pelirrojo fiestero y problemático que siempre dio por culo en palacio y al que no le gusta la prensa, ni ser figura pública y que para preservar ese aclamado perfil bajo, se casó con una actriz de Hollywood.

Muchas son las incongruencias del pelirrojo ecologista y malcriado al que además, la droga le ha minado muchas neuronas.

Pero lo realmente importante de todo este mediático episodio es sin duda, la actitud de la reina y la enseñanza que nos deja.

Pocos son hoy en día, los monarcas que nos infunden tanto respeto y que dan ejemplo como ella.

Antiguamente, los reyes eran ejemplo de virtud; de fortaleza, de estoicismo, de valentía y de comportamiento en general. Y el pueblo percibía en ellos, aquel linaje divino, al que debía imitar.

Hoy la mayoría son una panda de vagos que viven de fiesta en fiesta con dinero público; aunque por suerte, nos queden algunas raras excepciones.

La maravilla de este episodio fue la patada en culo de la reina Isabel. Algo a lo que debemos atender y tomar nota todos los padres de esta generación de jóvenes eternos, de innumerables derechos y de escasas obligaciones.

La reina dijo basta, porque decir basta es educar. Limitar el capricho, la manía, el antojo,la flojera, la demanda permanente, limitar el derroche con lo ajeno, la ostentación como perfil, la desvergüenza de vivir eternamente de prestado, limitar la excusa y la crítica; es educar.

Y es cierto que en algunos aspectos es mucho más fácil educar a un hijo siendo pobre, que educar a un hijo siendo rico.

Al hijo pobre se le dice «te daría, pero no hay» en cambio al hijo rico hay que decirle «hay, pero no quiero darte más».

El «basta» sólo se dice cuando hay, pero consideramos que ya ha sido suficiente.

En esta época emblemática y de múltiples reclamos de abusos, el único tipo de abuso sin organización ni marcha, es el abuso a los padres.

¿Hasta cuándo mantener a vagos y cómodos que no son capaces de buscarse la vida? ¿Hasta cuándo soportar a estos jóvenes comunistas de salón que tenemos en casa, que critican nuestro voto, nuestra vida, nuestras convicciones, pero son incapaces de buscarse un trabajo y salir de este hogar opresivo?

¿Hasta cuándo esperar a que los principitos encuentren el trabajo acorde a su carrera, a sus principios, a su alto nivel de vida y sin sentirse presionados por un jefe o humillados por no entrar como directores de empresa?

Las excusas de las nuevas generaciones son múltiples y coloridas. «Que en esta época no hay trabajo, que en esta época no hay oportunidades, que en esta época ya no les va a quedar ni el hielo del planeta.»

Y yo pienso en aquellas generaciones de la post guerra, de ciudades arrasadas e industrias minadas y en cómo lograron sobrevivir.

Hoy si al joven le duele el cuello quince minutos, pide cita en el fisio y reclama que es urgente. Porque ya no saben ni tomarse un ibuprofeno, ni cambiar de postura y ni hablar de aguantar un poco de incomodidad.

Yo voy por los baños de mi casa recolectando los botes de dentífrico que mis hijos tiran a la papelera como si estuvieran vacíos, porque no saben apretar. Aprieto y enrosco desde abajo como hicimos toda la vida y aún queda siempre más de la mitad del bote.

Me tomo el tiempo y les enseño a estos niños ecológicos del use y tire (y que no vivirán nunca una guerra) a que en casa se aprieta bien, se aprovecha todo y se reciclan todos los mediodías las sobras de la cena.

Ellos saben de memoria que odio a los ecologistas fanáticos y me lo dicen; pero lo que pasa, es que al final, los no ecológicos usamos menos frascos, cambiamos menos móviles y usamos menos ropa. Y también, vamos a menos marchas y llamamos menos la atención.

El hijo de un amigo mío le pide dinero a su padre para llevar su coche al lavadero de coches. ¿Pero cómo a un lavadero, si eres pobre?

«Cojes un cubo y una esponja y limpias el coche como hicimos en casa toda la vida».

Esto es lo que tiene educar, que es un verdadero dolor de muelas.

Y cuánto más adultos se hacen, más seguido hay que darles esa mediática y necesaria patada en culo; cómo muy bien nos enseñó la reina.

JR

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