El sueño americano fue desde siempre poder «vivir de tu trabajo» y todo aquel que haya emigrado a los Estados Unidos ha comprobado que si trabajas duro, progresas.
(Pero lo que nadie te cuentan es que allí la gente se levanta a las 5 de la mañana y trabaja sin descanso hasta las 6 de la tarde, sin cafecito a las 11, ni comilona a mediodía y sin servicio doméstico en casa).
Sin embargo, en los países gobernados por ideologías de izquierdas (como España o Argentina entre otros) sucede justo lo contrario, porque el sueño del ciudadano es «vivir sin trabajar» y toda su energía está puesta en aprender las diversas triquiñuelas para conseguir subsidios múltiples y poder subsistir evitando el trabajo.
No es de extrañar que los pueblos sean distintos entre sí y que ambas mentalidades vayan forjando a su vez, valores diferentes.
Quien depende de un estado que le financia la pereza estará siempre encadenado a la dádiva, es por eso que generalmente, la población de los países hispanos, latinos o musulmanes no vota el trabajo duro y el progreso, sino el subsidio.
Pero lo más triste de todo es que cuando emigran de sus países pobres hacia países capitalistas del primer mundo, buscan hacer lo mismo allí y seguir viviendo de subsidios.
En los Estados Unidos el pueblo es muy trabajador y sabe que el trabajo lo es todo. Todas tus garantías, tus créditos y hasta tu seguro de salud dependen de él, por lo cual, lo primero para un norteamericano es encontrar y mantener un buen trabajo.
En los países hispanos sin embargo, el trabajo es un puente hacia el subsidio; trabajar tres meses, lograr que te despidan y que te indemnicen, lograr que la seguridad social te mantenga y gozar indefinidamente de una educación y de una sanidad gratis, sostenida con el impuesto al trabajo de unos pocos.
Muchos fueron los estadistas que sostuvieron que el clima era en gran medida el responsables de la mentalidad de los pueblos y sostenían que cuanto más cerca del ecuador se estaba, más vagos resultaban ser los pueblos.
Aunque a mí modo de ver, es la educación en la dependencia y la motivación recurrente hacia ella, lo que la potencia y la cultiva.
Lo que pone en peligro a una sociedad no es la corrupción de unos pocos, sino el relajamiento de todos y cuando el individuo aprende a que la dependencia del estado es una normalidad en vez de ser una excepción; tiene sin duda, la semilla de un sistema totalitario en puerta.
Existen muchos tipos de corrupción y la dependencia es sin duda una de las corrupciones más peligrosas, porque el ciudadano prioriza su manutención sobre cualquier otra cosa y es capaz de arriesgar todas sus libertades con tal de conseguirla y de mantenerla.
No resulta extraño que la «solidaridad» sea el principio básico de los sistemas comunistas; en donde existe un estado proveedor de bienestar, que a cambio, se ocupa de limitar las libertades individuales, de dominar el pensamiento y de comprar las voluntades.
Quien depende de alguien va limitando y moldeando su propio pensamiento en pos de preservar aquella manutención; pero lo que en realidad refleja este tipo de esclavitud, no es tanto la tiranía del estado, como la comodidad de un pueblo.
La comodidad es sin duda la droga que más corrompe a los pueblos y quien por comodidad reniega de su libertad, no la merece.
JR
«Ser libre da mucho trabajo»