
Existe un fenómeno mundial dando vueltas y este es el regreso del marxismo a los países democráticos occidentales.
Muchos son los países que se encuentran hoy con este nuevo desfile de personajes que reinvindican el socialismo duro, como opción viable para el planeta.
El marxismo azota países como Estados Unidos, Argentina, España, Peru, Colombia, Cuba y Venezuela.
Lo curioso de este revival comunista es que está liderado por adultos jóvenes que apoyan sus campañas con discursos sentimentales, victimistas y ansiosos de igualdad, todo conjugado como una fobia hacia la injusticia que curiosamente se les calma totalmente en cuanto acceden al poder.
Esta nueva casta política comunista cambia rápidamente sus viviendas en zonas poco glamourosas por instalaciones millonarias y sus atuendos informales por Teslas, smokings y fiestas de gala.
Y todo con una naturalidad y una cara dura que resulta asombrosa.
Sus medidas draconianas para con la sociedad se instalan en cuanto llegan al poder y su tan proclamada ansia de libertad se convierte mágicamente en una intolerancia irreversible hacia cualquier tipo de desobediencia o diferencia de opinión.
Sus impuestos y sus medidas sanitarias son extremas y sólo se relajan en cuanto les toca a ellos cumplirlas.
Y es que esta nueva pandilla de comunistas mundiales son la nueva casta de señores feudales que azota a nuestra era de buenistas, ciegos, distraídos y bien pensados; todos los que vivimos aguantando y tolerando de todo, con tal de no parecer intolerantes o extremistas.
Esta casta política comunista basa sus campañas en discursos sociales que quedan únicamente en eso, en bonitos discursos.
Nada de lo que hacen está destinado a mejorar la vida social, laboral o privada de las personas. Detestan a la policía, niegan la inseguridad, no se hacen cargo de ninguna de sus responsabilidades, ni de sus errores y toda aquella pregunta que no les interesa responder la tachan de racista, sexista, islamofobica, homofobica o fascista.
Son expertos en excusas, evasiones y distracción, incapaces de asumir sus incongruencias ni sus pésimas desiciones y profesionales en buscar culpables allí donde no los hay.
Se muestran extremadamente intolerantes con los ciudadanos, pero son incapaces de condenar el terrorismo en ninguna de sus versiones, ni de regular sus fronteras para proteger a esos votantes que tanto dicen querer.
De más está decir que en sus fiestas comunistas, los únicos que tienen obligación de llevar mascarilla son sus empleados; esos que en sus discursos dicen representar.
Y es que debemos entender que la nueva casta comunista ha llegado para quedarse y hacer lo que ha venido a hacer: robar, hacer sus negocios particulares, subir impuestos, arruinar la economía, abogar fervorosamente por el medio ambiente, financiar terroristas, dividir a los ciudadanos, sembrar miedo, pagar votos, destruir los valores sociales y morales, reventar las instituciones, adoctrinar a nuestros hijos y usar la ley como herramienta de dominación.
A nosotros sólo nos queda tragar, pagar, callar y disfrutar de tanto espectáculo.
JR