
Viendo que el comunismo no funcionaba, el ecologismo se convirtió en el vehículo anticapitalista preferido, consiguiendo el dinero y la adoración de las empresas, de Hollywood, de los medios de comunicación y de las élites intelectuales y sociales del mundo.
Los grupos ecologistas de presión, liderados por una niña de 17 años con un síndrome de discapacidad declarado (que se basa en la idea fija y en la incapacidad para razonar adecuadamente fuera de la obsesión), se han convertido en un próspero sector económico que mueve trillones de dólares alrededor del mundo.
Todo este presupuesto procede directamente de los impuestos de los contribuyentes y a través de subvenciones para campañas de concientizacion y educación se crean y mantienen nuevas “instituciones” reguladoras de lo verde junto a sus “abogados”.
Este movimiento tan rentable para sus gestores, nace a fines de la década del 70 y ha madurado hasta convertirse en una pesadilla para cualquiera que crea en la propiedad privada, los mercados abiertos y el Estado limitado.
Porque a estos grupos ecologistas no les interesa limitar los poderes del gobierno, ni expandir las libertades individuales, sino todo lo contrario.
El movimiento ecologista desea avanzar el intervencionismo estatal y sus demandas han normalizado declaraciones tan infames como que la utilización de la energía moderna supone «una amenaza mayor que el terrorismo».
Las grandes multinacionales ceden a estas presiones en forma de regalos y pedidas de disculpa al movimiento verde, fomentando a coro el alarmismo verde para desfavorecer a sus competidores o para obtener beneficios particulares, en forma de regulaciones que les benefician, fruto de favores de los políticos de turno.
El mundo de la empresa y los verdes unen sus fuerzas para presionar a favor de su estrategia y de sus intereses, subiendo los impuestos energéticos para obligar a todos los consumidores, ricos y pobres, a consumir productos más caros que, de lo contrario, tardarían años en abrirse camino en el mercado, si es que alguna vez lo conseguirían.
Cuando empezamos a profundizar en la ideología verde, notamos que los puntos en común entre verdes y rojos son muy profundos y van más allá del control de la población, de la restricción de las libertades individuales y de la libertad económica.
Para el ecologismo moderno el enemigo real es la economía libre y el capitalismo, y el ecologismo es simplemente el disfraz que han elegido para derribarlo.
La ironía de todo esto es observar el historial ecologista del comunismo; siendo China el país que más contamina hoy en día en el mundo, es curioso cómo el movimiento ecologista insiste en culpar a los Estados Unidos del desastre medioambiental que se han inventado.
Todas estas evidentes incoherencias dejan muy claro que el objetivo no es medioambiental, sino el ataque a la riqueza que genera el capitalismo.
Para ellos es más importante atacar la riqueza y adherirse a la superioridad de los estilos de vida primitivos, aunque ninguno de ellos se haya mudado ni piense mudarse a vivir a una de estas colonias primitivas, sino todo lo contrario, en cuanto se enriquecen con la política, se mudan a las zonas de moda, las más ricas y con más confort de la ciudad.
Para los verdes el medioambiente no es más que una estrategia para la demostración de que el capitalismo no funciona, de que hay un exceso de gente consumiendo excesivos recursos del planeta, y de que tarde o temprano, nuestro planeta reaccionará violentamente.
El razonamiento verde es que si capitalismo es la fuerza que sustenta a ese exceso de gente y su acceso a esos excesivos recursos, entonces el problema es el capitalismo.
Es muy importante observar la antipatía que los verdes sienten hacia la gente: «La gente es el mayor problema de nuestro problema” aseguran, mientras dan el voto a favor de ampliar la ayuda estadounidense a organismos abortistas extranjeros como inversión «pro-medioambiente».
Mientras tanto, su burocracia, su corrupción gubernamental, sus políticas de control y sus desmesurados aumentos impositivos, hacen que las clases medias del mundo vayan desapareciendo, aumentando rápidamente los niveles de pobreza en todos los países que tocan.
Y así es como rápidamente, el verde verde, se va volviendo rojo rojo.
JR