
La palabra “perspectiva” proviene del latín (perspicere: ver a través de) y consiste en la capacidad de ver las cosas desde un punto de vista particular.
La perspectiva en la pintura aparece recién en el Renacimiento con la aparición del “hombre moderno” que deja atrás la mirada fija y blindada de la Edad Media, para renacer y elegir una nueva visión, forjando además, una nueva era.
Cuando tenemos un problema al que no le vemos ninguna solución, se nos recomienda generalmente encararlo con un cambio de perspectiva, para encontrarle una opción distinta o adquirir una nueva forma de mirar las mismas cosas, desde otro punto.
Uno empieza entonces a cambiar el ángulo y la distancia y aquello que antes estaba demasiado lejos, se vuelve cercano y aquello que antes parecía demasiado grande, se vuelve más pequeño.
Si tuviera que hacer una composición artística de la mentalidad actual, diría que el autor está demasiado omnipresente en la obra; ya que existe una sobrevalorada presencia del yo y una nula presencia de la acción de ese yo, sobre la obra.
El “yo víctima”es lo que se cultiva y se educa con esmero en estos tiempos; siendo el resultado de esta larga educación, un joven que culpabiliza de su presente y de su futuro a los demás.
Uno de los grandes problemas que presenta el cambio de mentalidad de esta época tiene que ver con un cambio de perspectiva, que se fomenta desde la educación infantil y en el que desgraciadamente, se ha situado a la responsabilidad muy lejos del individuo
Uno de los ejemplos más tangibles es por ejemplo el tópico tan cansino del cambio climático.
Se cría a niños a quienes desde el jardín de infantes se arma de pancartas, de slogans y de reclamos. “El mundo que nos dejan”. “El mundo que merecemos” etc, son algunas de las exigencias que se le inculcan al niño, ni bien tiene uso de conciencia.
Y se le cria convencido de que le han estafado y traicionado y de que tiene derecho a exigir un mundo mejor. Pero a ese mundo mejor deben proveérselo los demás.
El prototipo de graduado universitario termina siendo un ser enfadado, que antes de haber comenzado su vida laboral, ya se siente estafado. “Nos roban el futuro”. “El empresariado sólo quiere ganar dinero y explotarnos”.etc, son algunas de las más comunes barbaridades que llenan la cabeza de un graduado universitario actual.
Y uno se lamenta de que tanta educación sólo haya servido para crear seres tan resentidos, con tan pocas ideas, tan pocas habilidades y tan pocas ganas de trabajar.
La falta de creatividad y de acción de una generación de graduados llenos de rencor, responde a que se educa a las nuevas generaciones con la visión del víctima, desde el parvulario hasta la universidad.
Los jóvenes desde pequeños van cultivando la exigencia, el reclamo y el desánimo, mientras se les inflama de un falso ego que insiste en hacerles creer que ellos son seres sumamente importantes, que se lo merecen todo, sin tener responsabilidad ninguna de crearse con su trabajo su propio futuro.
Se evita ante todo responsabilizar al individuo de su presente y de su futuro, acostumbrándole desde pequeño, a que todo fracaso presente o futuro es y será siempre culpa de alguien que nunca es él.
Y se le transmite una sensación de derrota anticipada, que acarrea desde mucho antes de empezar a luchar por su vida, con el mensaje de que todo da igual, y que haga lo que haga, será inútil y no servirá de nada, porque todo está ya mal hecho por otros y confabulado para perjudicarle el futuro a él.
El joven se gradúa convencido de que tiene derecho a todo, pero sin responsabilidad de proveerse ninguno de esos derechos por si mismo.
Esta visión del mundo incluye por supuesto la visión platónica de la vida, que consiste en la existencia de un mundo ideal, (que aún nadie ha conocido), pero al que ellos sin duda tienen derecho y alguien les está negando.
El problema es que ese mundo ideal con el que se los educa no ha existido jamás y con muy poco de estudiar historia, uno puede comprobarlo.
El mundo ideal nunca existió. Cada generación construyó sobre las condiciones que le tocaron. Pero estoy convencido de que no hubo ni tanta queja, ni tanto derecho divino, como el que se reclama hoy en día.
Uno hizo lo que pudo con lo que tenía disponible, que sin duda era mucho menos de lo que tienen los jóvenes ahora, pero como uno estaba constantemente haciendo y trabajando, no tenía tiempo para perder, en buscar a tanto culpable.
Se exige constantemente el derecho a un mundo ideal, pero uno no puede tener derecho a aquello que no se ha ganado o construido para sí mismo. Y este es el quit de la cuestión: no conseguir nada por sí mismos y ser siempre unos mantenidos.
Se nos ha hecho tan común escuchar exigencias como : “el derecho a la vivienda, a la salud o el derecho al ocio” que ya son reclamos que nos parecen muy normales.
Y yo me pregunto ¿adónde figuran esos derechos?
El único derecho que yo recuerdo haber aprendido de la Constitución es el derecho al trabajo, el derecho a la libre circulación y el derecho a la libertad de culto. Curiosamente, los tres derechos que intentan abolir nuestras “democracias” socialistas.
A mi me enseñaron que el trabajo era lo que te proporcionaba el derecho, o no, a todo lo demás. Y para tener derechos uno debía trabajar. Pero ahora pareciera que el trabajo fuese una mala palabra.
La peligrosidad de esta perspectiva contemporánea radica en que coloca a la responsabilidad muy lejos del individuo
Cuando este cambio de perspectiva sucede, la culpa y la responsabilidad de todo lo que me pasa la tiene otra persona.
Y cuando la culpa es de otro, se crea odio hacia todo aquel al que considero responsabie de mis males y de todas mis carencias.
Esta perspectiva es la que utilizan los tiranos pata fracturar las sociedades, concentrar poder y hacer que un grupo odie a otro grupo en una región.
Así lo hizo Hitler en Alemania con el odio a los judíos, lo hizo Perón en Argentina con el odio a los ricos y lo hizo Obama en Estados Unidos con el odio a los blancos.
Buscar a un culpable y criar generaciones de víctimas y de resentidos es una táctica fácil para concentrar poder sin necesidad de ningún logro, generar rivalidad y motivar la violencia.
Criar víctimas y resentidos, seres acostumbrados al reclamo desde el parvulario, seres que se creen merecedores de todo sin mover un dedo y alérgicos a asumir cualquier tipo de responsabilidad, es una bomba de tiempo.
Necesitamos un cambio de perspectiva y acercar a la culpa lo más posible en el cuadro, hasta que toque a su autor.
Y cuando la culpa se acerca tanto al autor de la obra, mágicamente metamorfosea, convirtiéndose en responsabilidad.
Porque asumir la responsabilidad sobre nuestra propia vida es nuestro único e inalienable derecho.
JR