
Aparentar el papel de abierto, bondadoso, inclusivo y solidario nos hace siempre quedar muy bien, pero el problema surge cuando la oportunidad de ser abierto, solidario, bondadoso e inclusivo aparece, y ésta nos descubre en una postura totalmente contraria a aquella que tanto pregonamos.
Esto fue lo que pasó hace 2 días en algunas comunidades demócratas de los Estados Unidos.
Los demócratas se jactan de ser defensores acérrimos de la diversidad, de la inmigración descontrolada y de la solidaridad hacia el migrante, sea quien sea y venga de donde venga.
Sin embargo, cuando el gobernador De Santis de Florida les envío ayer un avión con tan sólo 50 migrantes (del millón que ha recibido Florida en lo que va de la presidencia de Biden), los lugareños de las más ricas ciudades demócratas, pusieron el grito en el cielo.
«Aquí no podrán quedarse» «No tenemos lugar» «No tenemos los recursos económicos para mantenerles» fueron algunos de los argumentos que los demócratas esbozaron desesperados y a los gritos, ante la aparición de 50 migrantes venezolanos en las zonas residenciales y ricas; en donde estos «solidarios» de izquierdas residen habitualmente o veranean en ocasiones (entre ellos Obama).
Las supuestas bondades y los buenos deseos de los demócratas de pronto quedaron expuestos de lleno. Y para sorpresa de algunos, éstos no resultaron ser ni tan buenos, ni tan solidarios como decían.
Sólo hicieron falta 50 inmigrantes ilegales, de los más de tres millones que entraron en el último año a los Estados Unidos, incentivados por las políticas de fronteras abiertas del gobierno socialista de Biden (que busca cambiar el entramado social de los Estados Unidos para conseguir los millones de votos que necesita para ganar las próximas elecciones), para quitarles el disfraz.
De más está decir, que esa misma noche, la localidad de Martha’s Vinyard, declaró la emergencia inmigratoria nacional y éstos individuos fueron trasladados en el acto, a una reserva militar.
Los «bondadosos» demócratas dicen adorar al inmigrante ilegal, pero eso sí, siempre en la casa del vecino y mantenido con los impuestos de otro.
A ellos dejarles tranquilos y construidles un muro de prisa, que lo suyo consiste únicamente en la fabricación y la repetición del eslogan buenista, tolerante y solidario, típico de la izquierda: siempre buenísimos y generosos con el dinero, el trabajo, el esfuerzo y la casa del otro.
JR